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o 1 BUZÓN AGENDA PARA LEER ANDANDO HUELLAS AJENAS LITERATURAENBREVE

sábado, 24 de noviembre de 2012

Se oye un rítmico puf puf de fantasmas paridos


Esperamos detrás de la puerta.
―Silencio― me dice Silvia.
Saca la daga. Cada vez estoy más nervioso, sin saber cómo pararla. Agarro su brazo. Ella tira hacia atrás.
—No tengas miedo.
Pero no tengo miedo.
También saca el frasquito y echa dos gotas sobre la daga.
—Ya verás —dice—, será rápido.
Abre la puerta de golpe.
Allí están, cubiertos por sábanas blancas.
―¿Pero qué...? ―oigo la voz del abuelo cuando ve la daga.
Podría gritarle a Silvia pero entonces recuerdo que me ha prometido un beso. “Sólo son fantasmas” pienso, mientras la veo hermosa, matando a mi familia.

viernes, 30 de enero de 2009

Ático. Jardín.

Un mañana, ese niño pequeño con ojos vivaces sube al ático y busca su maleta. No la debería haber guardado tanto tiempo, piensa al arrastrarla y sentarse delante. Pero no la abre. El niño de ojos astutos se inclina sobre la maleta pequeña, de cuero, llena de pegatinas de colores que su abuelo le dejó como herencia. Pega la oreja esperando escuchar un leve latido.
Espera y espera, cruzando los dedos, deseando que todavía esté vivo. Casi ha dejado de escuchar todo lo demás. Los pájaros que se inclinan hacia el cristal de la ventana, el ruido de algún que otro coche perdido en la calle cercana, los perros del patio. Se centra en escuchar dentro de la maleta mientras pasa la mañana, el mediodía y la tarde.
Cuando ya está todo oscuro se levanta tembloroso y se frota las manos. Hace frío, piensa. Acaricia la cerradura de la maleta pero no la abre. No debe. Luego la baja al jardín, con cuidado, como si todavía en la maleta hubiera algo vivo.
El niño de ojos vivaces encuentra pronto una pala en el cobertizo y empieza a cavar. Arrastra la maleta hasta el agujero cuando ha terminado y luego vuelve a taparlo todo.
Cada noche baja al jardín
Cada noche pega su oreja a la tierra y escucha.
Todavía tiene esperanza.
Hoy, por fin, ha escuchado el latido.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Cocodrilo (fragmento)

El cocodrilo había crecido, de eso estaba seguro. Se había acomodado debajo de nuestra cama, entre unos cojines de lana roja que Sarah se había traído de casa de su madre. Traté de sacarlo. Era ahora ya casi tan largo como mis piernas pero lo único que logré fue que abriera la boca con una sonrisa malévola, me enseñara los dientes y con un movimiento de la cola, se internara entre el montón de cojines como si estos no fueran nada más que un lago de color rojo.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Tafonomía

El esqueleto de dinosaurio estaba en aquella playa, enterrado bajo la arena. No me quedaba ninguna duda. Había pasado tardes y tardes en el museo, embobado con todos aquellos fósiles y podía decir con toda seguridad que lo que había debajo de la arena también lo era.
Esperé a que las condiciones fueran las adecuadas. La marea estaba a punto de subir y dejaría nuevos sedimentos.
Con una pala rodeé el contorno de aquel hueso que tendría más o menos mi altura, y lo fuí desenterrando poco a poco. Cuando por fin conseguí sacarlo de la arena lo observé de cerca. Estaba perfecto. Tendría más de setenta millones de años pero todavía podían apreciarse los detalles, los surcos de los vasos sanguíneos en los extremos y la herida que había dejado un cuerno en alguna pelea.
Arrastré el hueso por la arena hasta el agua. Tenía que asegurarme de que nadie encontrara el yacimiento, se pusieran a excavar, lo desenterrara y acabaran por estropearlo todo.
Ahora ya sólo quedaba asegurarme de que el hueco que había dejado el hueso era suficientemente grande. Me tumbé dentro y comencé a cubrirme con la arena. Podía notar la conexión con los demás huesos en mis pies, en mi cabeza.
"Las condiciones de fosilización son excelentes" pensé unos segundos antes de hundirme por completo, notando ya la arena húmeda a mi alrededor, y que la marea, por fin, había subido.

viernes, 21 de noviembre de 2008

En el Ártico

Mientras, me abalanzo sobre ella para que aquel oso polar no la devore, como ha hecho con mi novia anterior. Porque tenía claro que me quería casar en el Ártico con los invitados entremezclados con pingüinos y focas.
Mi novia me había mirado desde el fondo del inmenso abrigo que le cubría con pelusa su deliciosa naricilla. Casi dijimos “sí, quiero” pero el oso se la ha llevado a rastras.
Como ya no hay nada que pueda hacer, aunque ella sigue gritando desde lejos, miro disimuladamente a los invitados, buscando alguna naricilla menuda y tierna que asome entre la pelusa acolchada del gorro polar.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Relatos en cadena

Esto es lo que dicen:

Este libro es el resultado de cuarenta y tres martes de relatos radiofónicos y de una cuidada y exigente selección que nos deja en papel unos textos que afirman, con la fuerza de su calidad, que la ficción y la radio han vuelto a encontrarse y que el idilio puede ir para largo.



Yo me conformo con la sensación de estar ahí, escogida, de entre los muchísimos cuentos que les llegaban todas las semanas.

Para leer el ganador y el prólogo
Para leer la nota en la web de Alfaguara

viernes, 31 de octubre de 2008

Porcelanas

No es que no te quiera, amor —le digo a veces—. Es que me pone nerviosa que te comas la taza de té al acabar.
Quizás es por eso por lo que me mira y sonrié tanto cuando, por cada cumpleaños, le compro un juego nuevo de porcelanas chinas.

martes, 21 de octubre de 2008

Migraciones, regresos

Los escarabajos, dicen, no migran. Son pequeños y duros, resistentes. Sobre todo los que tienen cornamenta.
—¿Dónde vas con eso? —susurraría alguien en algún corrillo.
Por eso, y no por otra cosa, prefieren quedarse en casa, debajo de una corteza o de un banco de madera despintado o incluso pueden meterse debajo de la gorra que un niño haya tirado al suelo para ir a jugar al fútbol.
Cuando el niño vuelva pondrán su mejor cara de asustar, para que el niño suelte la gorra y corra hacia su madre.
—Mamá, hay un ciervo debajo de mi gorra —dirá.
Y la madre, que hablaba con otra madre —o con varías madres a la vez— dirá que es hora de volver (de migrar) hacia casa y darse un baño caliente.
Los escarabajos, cuando sea invierno y fuera no haya más que blanco, dejarán que sus niños, ya algo crecidos, practiquen sus clases de pintura en las paredes de tela.

. . . . . . . . . . .

Vuelve el Premio de Relato Mínimo Diomedea. Pincha en la imagen para leer las bases:

jueves, 16 de octubre de 2008

El agua desde arriba

Levanta la tapa de la pecera para mirar el agua desde arriba. Se sacude los restos de confeti que le han quedado en el pelo con la mano, y uno de ellos cae al agua. Hay peces azules, naranjas, y blancos, lo que más. También ha visto uno de esos peces aspiradora, tan locos como su madre por dejarlo todo limpio, limpio.
―Es curioso lo de los elefantes ―escucha decir a alguien.
Los demás se han sentado en torno a la tele, y Sara pasa con las manoplas puestas, a punto de sacar la tarta del horno, deja sobre la mesa una cubitera y una jarra y se esfuma corriendo hacia la cocina.
Los peces siguen de una esquina a otra, ondulando como una lámina de papel albal bajo el agua. En cuanto pueda apartar la vista de los peces, se girará hacia la mesa y cogerá los hielos. Irá vaciando todos los cubitos sobre el agua. Cuando pueda apartar la vista de los peces, piensa. Al fondo, alguien hablará de la longitud de los agujeros de gusano.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Lo dice un cuentista...

Julio Cortázar

Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento. Este escoger un tema no es tan sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo. En mi caso, la gran mayoría de mis cuentos fueron escritos -cómo decirlo- al margen de mi voluntad, por encima o por debajo de mi conciencia razonante, como si yo no fuera más que una médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena.[...]

[...]A mí me parece que el tema del que saldrá un buen cuento es siempre excepcional, pero no quiero decir con esto que un tema debe ser extraordinario, fuera de lo común, misterioso o insólito. Muy al contrario, puede tratarse de una anécdota perfectamente trivial y cotidiana. Lo excepcional reside en una cualidad parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotaban virtualmente en su memoria o su sensibilidad; un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía conciencia hasta que el cuentista, astrónomo de palabras, nos revela su existencia. O bien, para ser más modestos y más actuales a la vez, un buen tema tiene algo de sistema atómico, de núcleo en torno al cual giran los electrones; y todo eso, al fin y al cabo, ¿no es ya como una proposición de vida, una dinámica que nos insta a salir de nosotros mismos y a entrar en un sistema de relaciones más complejo y más hermoso?[...]

[...]Y ese hombre que en un determinado momento elige un tema y hace con él un cuento será un gran cuentista si su elección contiene -a veces sin que él lo sepa conscientemente- esa fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo grande, de lo individual y circunscrito a la esencia misma de la condición humana. Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá entre nosotros, dará su sombra en nuestra memoria.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Nuestro alcalde

Cuando el alcalde se acercó al cañón, supimos que deberíamos convocar elecciones. Estabamos en la plaza, esperando al pregón de las fiestas. El alcalde se retrasaba según la costumbre. Fue extraño verle salir del coche oficial con unas mallas azul y amarillo, como de superhéroe, y un casco bajo el brazo.
―Queridos ciudadanos... ―comenzó diciendo.
No terminó la frase. Se nos quedó mirando, seguramente asombrado por el impecable silencio que se había hecho a su alrededor. Se encajó el casco y se deslizó dentro del cañón después de pedirme que le prestara el mechero. Yo ―como todo buen teniente de alcalde debe hacer― me ofrecí a encender la mecha yo mismo.

martes, 9 de septiembre de 2008

Vuelve el concurso de microrrelatos de Escuela de Escritores

Esta es la frase de inicio:

"Cuando el alcalde se acercó al cañón, supimos que deberíamos convocar elecciones"
100 palabras más máximo. Y enviarlo aquí para participar antes de las 12:00 del viernes.

jueves, 21 de agosto de 2008

Algo de comer

Se ha escondido en mi garaje, entre las bicicletas y los tubos para montar el toldillo del jardín. Apenas habla y a veces le escucho salir a escondidas por las noches. Yo le suelo preparar algo de comer y se lo dejo junto a la puerta, por si tiene hambre y quiere salir. Sé que es inútil, pero aún así lo sigo intentando.
Me lo ha contado ―sí, me ha contado por qué se oculta― y me ha dicho que tiene miedo. De momento sólo roba piezas pequeñas, como los tubos de escape y las juntas de los motores. Y llega con la cara negra, tendré que recordar bajarle una toalla la próxima vez.
―Sólo cosas pequeñas ―me dijo con la boca llena cuando le encontré con un limpiaparabrisas en la mano, todavía a medio masticar.
Sólo cosas pequeñas, eso me asSólo cosas pequeñas, eso me asegura. Me pregunto si sabe que después ya no podrá calmar su hambre sólo con los limpiaparabrisas o los retrovisores y necesitará el coche entero. Y luego quizás empiece con los autobuses y los camiones. Lo que no sé es qué irá después, hace días que trato de no salir de casa.egura. Yo sé que no, que luego necesitará el coche entero. Y empezará con los autobuses y los camiones.
Cuando hoy he bajado a hacerle compañía me ha ofrecido un delicioso pedazo de neumático. He tratado de recordar porqué no salgo de casa desde hace dos semanas.
Trato de concentrarme en esa razón mientras cojo la tuerca que me ofrece y me la llevo a la boca.
—Tendré que volver a dejar la luz del porche encendida ―me digo, mientras cojo la segunda tuerca y mastico despacio.