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o 1 BUZÓN AGENDA PARA LEER ANDANDO HUELLAS AJENAS LITERATURAENBREVE

sábado, 26 de abril de 2008

Accidentes caseros (3)

—¡Pero qué has hecho, niño! —me grita mamá.
Yo estoy sacando al pajarillo de la lavadora. Ella no para de gritarme y me sube y me encierra en mi habitación. Castigado, dice. Y me lo quita sin ni siquiera darme tiempo a explicarle por qué estaba tan sucio.

miércoles, 23 de abril de 2008

Día del libro / Por eso había decidido

Para Lucas, por la idea

Al escritor a tiempo parcial nunca le habían escuchado cuando decía aquellas cosas, extrañas a los oídos de los demás. Por eso había decidido. Ese día el escritor que sólo podía escribir en su tiempo libre había apartado la mesa y las sillas contra las paredes del salón. Había elegido los mejores libros, los libros de su vida, aquellos que todavía buscaba por la noche al despertar de un mal sueño. Eran dos pilas grandes que, al escritor que siempre quiso dedicarse a escribir pero no tenía tiempo, le parecían casi hermosas con aquella luz amarillenta. Pero había decidido.
Entonces cogió uno de los libros, lo abrió, lo acarició, leyó un poco aquí y allá, y cuando encontró el lugar exacto, con un gesto preciso y rápido para evitar el dolor, arrancó la página y la dejó a un lado.
El escritor a ratos tuvo que sujetarse la cabeza con la mano, coger aire, mirar hacia los demás libros con cariño. Pidiendo perdón. Aún así cogió el siguiente, porque había decidido hacerlo. Aquel lo había leído de niño, en la escuela, escondiéndolo debajo de un libro de texto mientras la maestra se afanaba con los números. Arrancó tres páginas y sacudió la cabeza antes de coger otro libro más.
Cuando acabó, los montones yacían desordenados, revueltos por el suelo. El escritor que no podía dedicarse a escribir, sin soltar aquellas hojas arrancadas, cogió la cinta adhesiva que había tenido buen cuidado en dejar preparada.
Empezó por los pies, era lo más fácil. Fue pegándose las hojas una a una a la piel. De vez en cuando paraba y volvía a leer el fragmento que había quedado a la altura de la rodilla, o el que le colgaba de un costado. A veces sonreía, con esa sonrisa triste de quien sabe que no puede tenerlo todo. Pero lo único que podía importarle en ese momento, lo había decidido así, era el cosquilleo de las páginas sobre el cuerpo, el estar cubierto de tinta y papel; el saber que, poco a poco, cuando se acurrucara pensando en el poco tiempo de su vida que había dedicado a escribir, al final se estaría convirtiendo en su propia historia.

domingo, 20 de abril de 2008

Cosas de la feria

Mejor el dragón que mamá —digo, pero los dos, papá y mamá, que todavía están sujetando mi mochila, me miran raro.
—¿Dragón? ¿Qué dragón, Jaime? —me pregunta papá y mamá le toca el brazo, calmándole.
Los tres me miran. Está mamá, está papá y está ese estúpido dragón que también me mira.
Mientras, la fila para montar en aquella atracción va alargándose, con otros niños. Sólo sé que tengo que elegir: mamá o el dragón (papá dijo que no subiría). Sólo tengo que acercarme a mamá, tirarle del brazo y darle un beso en la mejilla. Sólo eso. Pero no lo hago.

sábado, 19 de abril de 2008

Cafés, bares y pubs

Calidoscopio [panfletoculturheterogéneo] celebra su segundo aniversario con "unas cañas, con un café, con una copa de champán en alguno de esos espacios tan recurrentes en nuestras vidas como en nuestras artes."
Y en la sección que dedican a espacios inventados hay un pequeño texto mío, que hace un tiempo publiqué también aquí, pero que no dejo de querer compartir con todos vosotros.



Accidentes caseros (2)

—Oh, venga, no miréis así al pobre microondas ―decía mamá—. Es demasiado joven para saber que no importa que el horno sepa que tiene miedo.
—Miedo ¿de qué? —preguntó el niño pequeño, curioso.
Su hermano se agachó y se lo dijo al oído. Con una sonrisa maliciosa le vio irse corriendo y meterse en la lavadora entre los calcetines blancos y húmedos que todavía estaban allí dentro.

viernes, 18 de abril de 2008

Correos

Mejor el dragón que mamá, eso estaba claro. No, no es que tengamos nada contra mamá. Y menos desde que el cartero nos dejó plantado aquel dragón en la puerta de casa. Es solo que nos pusimos a pensar: “El dragón deberíamos devolverlo.” Incluso habíamos comprado una caja grande, suficientes sellos, y no habíamos olvidado escribir la dirección en un lateral.
Pero cuando fuimos a por el dragón nos miró así, tan de esa forma, que no nos quedó más remedio que coger a mamá, meterla en la caja y devolverla a ella a correos.

martes, 15 de abril de 2008

Accidentes caseros (1)

Mamá mudó la nevera al salón porque, eso decía ella, la cocina era un lugar demasiado peligroso para los electrodomésticos.

jueves, 10 de abril de 2008

Pedro

Aquel niño era yo, aunque ellos no me lo querían decir. Me enseñaban aquella fotografía todas las mañanas. Salía extrañamente feliz, al lado de Pedro, enseñando un escarabajo grande, negro, muy gordo.
—Pedro —me decían.
Me encerraban en la sala blanca. A mí solo. Con la foto.
—Tú eres Pedro.
Pero yo sabía que no, que Pedro era el otro. Hasta que llegó la Seño nueva, me subió a la azotea, me hizo mirar la foto y luego la rompió.
—Ya no hay Pedro. Tú eres Pedro —dijo.
No supe qué hacer y por eso había empezado a gritar, con todas mis fuerzas.

sábado, 5 de abril de 2008

Viajes

Tú, aún no sé por qué, cuando viajas, guardas siempre mi muñeca de lana marrón en alguno de tus bolsillos. Llegas a algún lugar lejano y buscas esa casa antigua, la más antigua, que siempre tienen todas las ciudades. Te sientas entonces, te apoyas en las piedras, en la fachada y sacas la muñeca. Te he visto hacerlo. La haces escuchar, como si creyeras que de verdad puede oír algo.
—Es que lo hace —me dices a veces, al volver.
Y abandonas a la pobre muñeca otra vez encima de la cama, sin querer contarme lo que has visto.
Entonces, una de esas noches siguientes, cuando sé que tú prefieres dormir en el sótano —dices que allí todo es más antiguo— yo abrazo a la muñeca de lana marrón.
—Dímelo, dímelo —le susurro al oído como cuando era pequeña.
Y la abrazo fuerte porque ella sabe mucho más que yo.

miércoles, 2 de abril de 2008

Uno... dos...tres...

Sostenía entre las manos un jarrón de porcelana con tres rosas amarillas de largo tallo.

RAYMOND CARVER
Tres rosas amarillas (1988)

El jueves 10 de abril a partir de las 20.00 h tendrá lugar la inauguración de tres rosas amarillas, la primera librería española especializada en relato, en un acto que correrá a cargo de José María Merino, Eloy Tizón, Clara Obligado y Javier Sagarna.
San Vicente Ferrer, 34 (esquina Plaza dos de Mayo. Metros Bilbao, Noviciado y Tribunal)