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o 1 BUZÓN AGENDA PARA LEER ANDANDO HUELLAS AJENAS LITERATURAENBREVE

lunes, 9 de julio de 2007

Hormigas

Las hormigas han invadido el segundo piso y nos hemos atrincherado en la cocina. Son hormigas grandes y negras, de verdad. Sólo hay que verlas, desfilando de un lado a otro, haciendo un ruido casi militar al otro lado de la puerta.


Debe ser por eso, porque estoy escribiendo sobre hormigas, que ahora las veo en todas partes. Y de todas las variedades.
Ya sea yendo a la piscina, se me suben en la toalla —sacudes y sacudes, pero se quedan aferradas a los pelos y justo cuando te tumbas zas, ya te han mordido—. Incluso, estoy sentada (o tumbada) en mi cama cuando una hormiga cruza rápido el suelo de baldosas blancas de un lado a otro de la habitación.
No sé que tengo yo con las hormigas. Quizás es que no sólo las quemaba con la lupa si no que las encerraba en un tarro de cristal con tierra y luego, sólo entonces, las quemaba con la lupa. También las ahogaba; estaban metidas en el tarro, con los túneles casi acabados y les echaba agua y veía como se iba inundando todo.
Además existen diversas variedades: la variedad enorme, esas que si te muerden puedes arrancarles el cuerpo que la cabeza continuará incrustada en tu piel —ya sea la de un dedo u otra algo más sensible—; luego están las pequeñas minúsculas, que son casi invisibles pero si por un descuido has tenido la mala suerte de pisar el hormiguero, cuando te das cuenta, ya las tienes entre la ropa y hasta en los brazos. También están las negras, de tamaño mediano, que son las menos agresivas, y las rojas. Las rojas es mejor no tratar con ellas. Si te pican duele.

Y bueno, éste es el comienzo: Sigue esta pisada...

—Seguramente los huesos serían de cucarachas gigantes, prehistóricas —digo.
Diana se ha sentado encogida en el suelo mientras mamá frota los platos con fuerza, para secarlos.
—Sí, lo eran, podéis estar seguras, y eran enormes —insisto.
Espero que me miren de reojo siquiera pero no. Las dos siguen inmóviles. Diana mirando al frente y mamá apretando con más fuerza si cabe el trapo contra el plato.
Hoy ya las hormigas han conseguido invadir el segundo piso y nos hemos atrincherado en la cocina. Son hormigas grandes y negras muy negras, de verdad. Sólo hay que verlas, desfilando de un lado a otro, haciendo un ruido casi militar al otro lado de la puerta.
—Encontré los huesos en el jardín —paro y respiro lentamente pero ellas ni me miran—. Sí, y los desenterré.

2 pisaron la hierba:

Garin P. dijo...

¿Cómo se te ocurren estas cosas? Son geniales. El año pasado me visitaban hormigas pequeñitas; estaban en todos lados. Me sentaba frente al escritorio y, de pronto, aparecía una hormiga, como caída del techo, en medio de la hoja en blanco. Este año no han venido.

Anónimo dijo...

También me gustaría saber eso a mí, Garín.
El cuento en concreto surgió de la mezcla de una hormiga que cruzó mi habitación y una conversación del messenger con un compañero de clase. Es que me picó con que tenía nicks muy absurdos y me puse a ponerlos más absurdos aún: lo de los huesos de cucaracha enterrados en el jardín, bizcochos parlantes encerrados en un bote de harina, racimos de uvas creciendo en el pelo...
El cuento lo llevo más o menos a la mitad. A ver si lo acabo.
En fin, mucha suerte con las notas de las opos.