La tercera vez —la última— no debimos haber abierto la maleta. No había pasado demasiado tiempo. Víctor volvía por un fin de semana y se traía una compañera de clase. No perdió tiempo en presentárnosla.
―Maika ―dijo y nos señaló―, estos son Pedro y Valentín.
Yo me sonrojé un poco al darle dos besos. Ahora reconozco que quizás no debí contarle la historia de la maleta porque ―de eso estaba seguro― nunca debimos abrirla aquella vez.
Preparamos una merienda en el campo. También era un día caluroso, de lagartijas en las piedras, y mientras Maika recogía un par de piedras lo suficientemente gordas como para sujertar el mantel, nosotros nos miramos. Esperamos unos segundos.
―¿Y la maleta? ―dijo Víctor.
4 pisaron la hierba:
¿Dónde queó la maleta?
¿Te ayudo a buscarla...?
Saludos
Sin ser perverso, te confieso, que de repente me ha venido a la mente aquella pregunta publicitaria; sí, sí, ésa... la de los donuts. Lo siento.
es hora de la venganza gatuna...
aproveché mi visita para ponerme al día... de la aventura gatuna.. :-) y echar una ojeada, disfrutando, siempre.
saludos, Arilena, y buen inicio de septiembre.
:-)
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