Si el agujero aquella tarde ya tenía el tamaño de un plato de mesa, ¿quién podía decirme que no fuera a ir creciendo cada vez más hasta permitir que cupiera una pelota de fútbol, un ficus amarillento, o uno de esos jarrones funerarios de los museos de Escocia? ¿Quién podía asegurarme que Sara, uno de esos días, no se quebrara en dos al estar perforada como un queso?
Era la hora de tomar decisiones.
No iba a dejar que un agujero gilipollas le cantara a mi mujer.
Así que, mientras tomaba aire y abría la ventana, miré al patio. Y luego me puse a cantar.
MATÍAS CANDEIRA
Un agujero en mitad de mi mujer
La soledad de los ventrílocuos
El agujero del ser. Eso es el deseo.
ÁNGEL ZAPATA
(en clase)
A veces me da por hacer tonterías. Simplemente camino y entro en alguna librería, y no sé porqué pero lo que más deseo en ese momento es ser plana. Acintarme, volverme pequeña y quedar pillada entre uno de esos libros de la estantería. Esperando a que alguien me lleve. Marcando la 175 o la 71. Colgando un poco cuando se acaban las páginas.
* * * * * * *
* * * * * * *
Cada vez me lo planteo más. De verdad. Tengo que dejar de escribir. Lo paso mal, lo paso estúpidamente mal. ¡Es horrible! Créanme, es la pura verdad.
No escribiré más.
Yo no soy escritora.
Esto sólo lo hago por que me da la gana.
No es verdad que necesite hacerlo, que tenga que hacerlo.
Lo he decidido.
Deseo no desear.
No deseo desear.
No.
Pero deseo el deseo.
¡Mierda!
* * * * * * *
[...]Puedo pasarme tardes enteras mirando por la ventana y luego, por la noche, es cuando bajo. Me tumbo en el césped y dejo que las hormigas me correteen por encima de la piel. A veces me duermo y mamá y Diana me encuentran al día siguiente cubierta de hormigas —normalmente son las negras aunque a veces vienen las rojas y los días en los que la tierra huele a lluvia todas tienen alas— y se ponen a gritar. Gritan y gritan que por qué hago eso. Y esos días mamá me encierra en mi habitación y, mientras Diana me vigila, ella se va a llorar al cuarto de baño.[...]
de HORMIGAS
(Verano 2007)
* * * * * * *
—Deseo... deseo...
—Venga, dime, dime qué deseas.
—Pues deseo....
—Por que algo desearás ¿no?
—Sí, sí. Calla. Me desconcentras.
—Dímelo. Dímelo entonces. ¿Qué deseas?
—Creo que no deseo nada.
—¿Nada?
—No. No me entiendes. No es que no desee nada.
—¿Entonces qué es lo que deseas?
—Deseo la
nada. Creo. Sí. Eso creo.
* * * * * * *
Quiero pájaros que me miren a los ojos. Quiero desintegrarme en pedazos pequeños. Quiero que el cielo sea verde. Quiero un amigo que se enamore de la sombra de una mujer sobre una tela mientras pinta cuadros. Quiero llorar para siempre. Quiero ser en blanco y negro. Quiero saber que unas cuantas palabras pueden romperme como se rompe el cristal cuando graniza, poco a poco, golpe tras golpe. Quiero tragarme una radio para tener música dentro siempre. Quiero ser una máscara de carnaval en la pared de la habitación de un niño.
No los colecciones. Ámalos.
* * * * * * *
"—¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si tuviera la puñetera oportunidad de elegir.
—¿Qué? Y deja de decir palabrotas.
—¿Te acuerdas de esa canción que dice, «Si un cuerpo agarra a otro cuerpo, cuando viene entre el centeno...»?
[...]
—Bueno, pues muchas veces me imagino que hay un montón de críos jugando a algo en un campo de centeno y todo eso. Son miles de críos y no hay nadie cerca, quiero decir que no hay nadie mayor, sólo yo. Estoy de pie, al borde de un precipicio de locos. Y lo que tengo que hacer es agarrar a todo el que se acerque al precipicio, quiero decir que si van corriendo sin mirar adónde van, yo tengo que salir de donde esté y agarrarlos. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Sería el guardián entre el centeno y todo eso. Sé que es una locura, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura".
J. D. SALINGER
El guardián entre el centeno (1945)