Las canicas
Para Alberto, a 20 de Agosto
—Los niños han vuelto a dejar todas las canicas desperdigadas por el suelo— dice él mientras mete una pierna entre las sábanas.
—¿Qué?
—Los niños, que han dejado las canicas por ahí.
Ella le mira en la cara oscuridad del molino y le coloca el flequillo.
—¿Me has oído?
—Algo de unas canicas— contesta pasándole una mano por el pecho.
—¿Crees que deberíamos despertarlos para que las recojan? Acaban de acostarse.
—Ya estarán dormidos.
—Puede que no.
Él se incorpora y mulle la almohada. Se queda un momento así, sentado, mirándola de reojo, tumbada de lado, jugando con el borde de la sábana, mientras decide si despertar a los niños.
—¡Oh, venga! Deja a los niños.
—Casi me caigo con las canicas.
—Ya las recogerán mañana.
—Casi me caigo y me parto un brazo. ¿Es que no te importa que alguien se rompa un brazo? ¿Que yo me rompa un brazo?
—Qué exagerado.
—O una pierna ¿Qué harías si me rompo una pierna?
Ella no contesta.
—Ya las recogerán mañana.
—¡No, voy a levantarles! Está decidido.
Pero se queda quieto, incorporado sobre la cama.
—Pensé que habías dicho que ibas a levantarlos.
—Estoy pensando.
—Pues vaya.
—Vaya ¿qué?
—Que lo tengas que pensar.
—Pues ve tú si quieres.
—Podría romperme un brazo ¿No es eso lo que decías?
—Yo no he dicho eso.
—Lo dijiste.
Ella también se incorpora. Se miran a oscuras.
—Entonces ve.
—Estoy pensando.
—Vale. Piensa—. Se cruza de brazos.
—¿Vas ya?—repite.
—¿Qué?
—Los niños, que han dejado las canicas por ahí.
Ella le mira en la cara oscuridad del molino y le coloca el flequillo.
—¿Me has oído?
—Algo de unas canicas— contesta pasándole una mano por el pecho.
—¿Crees que deberíamos despertarlos para que las recojan? Acaban de acostarse.
—Ya estarán dormidos.
—Puede que no.
Él se incorpora y mulle la almohada. Se queda un momento así, sentado, mirándola de reojo, tumbada de lado, jugando con el borde de la sábana, mientras decide si despertar a los niños.
—¡Oh, venga! Deja a los niños.
—Casi me caigo con las canicas.
—Ya las recogerán mañana.
—Casi me caigo y me parto un brazo. ¿Es que no te importa que alguien se rompa un brazo? ¿Que yo me rompa un brazo?
—Qué exagerado.
—O una pierna ¿Qué harías si me rompo una pierna?
Ella no contesta.
—Ya las recogerán mañana.
—¡No, voy a levantarles! Está decidido.
Pero se queda quieto, incorporado sobre la cama.
—Pensé que habías dicho que ibas a levantarlos.
—Estoy pensando.
—Pues vaya.
—Vaya ¿qué?
—Que lo tengas que pensar.
—Pues ve tú si quieres.
—Podría romperme un brazo ¿No es eso lo que decías?
—Yo no he dicho eso.
—Lo dijiste.
Ella también se incorpora. Se miran a oscuras.
—Entonces ve.
—Estoy pensando.
—Vale. Piensa—. Se cruza de brazos.
—¿Vas ya?—repite.
—¡Estoy pensando!
—Eso es que pretendes que vaya yo ¿no?
—Por supuesto que no.
—¿A qué esperas entonces?
—Ya las recogerán mañana.
—Vale, voy yo.
—De acuerdo, ve tú— dice él, se da media vuelta en la cama y se queda dormido.
Ella lo mira. "Ja, que te crees tú eso" se dice.
Pero se levanta y se asugura de coger un buen puñado de canicas y esparcirlas al lado de la cama, justo en el que él pondrá los pies al levantarse, todavía medio dormido. Cuando está todo listo busca el teléfono del hospital, lo deja en la mesilla y se imagina en la ambulancia, cogiéndole la mano.
—Ya te lo dije cariño, tenías que haber despertado a los niños.
0 pisaron la hierba:
Publicar un comentario