No, así es el infierno
—No, así es el infierno —digo.
—¿Cómo?
—Pues así.
—¿Lleno de muertos? —pregunta.
—Eso dicen —contesto— pero no te lo creas. Es mentira.
Me mira sorprendido, etéreo.
—¿Entonces no hay llamas, fuego?
—No.
Se detiene, piensa.
—¿Cómo? ¿Lleno de muertos?— vuelve a preguntar.
Yo contesto, paciente. Los nuevos siempre tienen poca memoria.
—Eso dicen. Pero no te lo creas. Es mentira.
Me mira otra vez, sorprendido. Ya empieza a flotar y se vuelve más borroso.
—¿Lleno de muertos?
Escucho a P venir.
—¿Lleno de muertos? —repite. Le queda poco. Se acostumbrará.
P ha llegado. Me mira, etéreo. Sonríe. Sonrío.
Y luego se lleva al muerto.
—¿Cómo?
—Pues así.
—¿Lleno de muertos? —pregunta.
—Eso dicen —contesto— pero no te lo creas. Es mentira.
Me mira sorprendido, etéreo.
—¿Entonces no hay llamas, fuego?
—No.
Se detiene, piensa.
—¿Cómo? ¿Lleno de muertos?— vuelve a preguntar.
Yo contesto, paciente. Los nuevos siempre tienen poca memoria.
—Eso dicen. Pero no te lo creas. Es mentira.
Me mira otra vez, sorprendido. Ya empieza a flotar y se vuelve más borroso.
—¿Lleno de muertos?
Escucho a P venir.
—¿Lleno de muertos? —repite. Le queda poco. Se acostumbrará.
P ha llegado. Me mira, etéreo. Sonríe. Sonrío.
Y luego se lleva al muerto.
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